Artículo de opinión de Antonio García Martínez
“El sueño de la razón produce monstruos”. Esta frase acompaña una de los grandes grabados de Goya, ese pintor genial del XVIII-XIX que pudo adelantarse a su tiempo y ver, el triste destino, que le esperaba a España. Aquellos tiempos en los que la Ilustración no terminaba de triunfar en España como en el resto de Europa estuvieron plagados de personas que se sabían ignorantes, que se refugiaban en las creencias triviales y que estaban orgullosas de ello. “¡Que vivan las cadenas!”, eso se gritaba al recibir a Fernando VII en España como rey en 1814. Parece que algunos no han cambiado mucho…
Este domingo día 16 de agosto hemos tenido que presenciar como alrededor de 3000 personas se han concentrado en la plaza de Colón, en pleno corazón de Madrid. No hemos visto que luchen por los derechos de los trabajadores más desprotegidos, ni que protesten por las condiciones económicas que vivimos debido a la pandemia. No, su queja era más bien otra. Este gran grupo, no atendiendo la opinión de expertos, epidemiólogos y médicos ha decidido reunirse sin mascarillas, distancia de seguridad ni precaución alguna. Y he de reconocer que han conseguido sacarme de mis casillas. ¿En qué maldita cabeza cabe eso?
Al parecer para este gran grupo de personas el que hayan muerto varias decenas de miles de españoles no es suficiente como para “creer” en la pandemia. Y al grito de “Bote bote bote, aquí no hay rebrote” decidieron lanzarse a la calle para decir que la COVID no existe y que todo es una artimaña para controlarnos psicológicamente. Un lamentable espectáculo que los españoles que sí tenemos dos dedos de frente hemos tenido que ver, además de no haber tenido ningún tipo de respuesta por parte de las autoridades, ya fuesen locales, autonómicas o estatales. Nadie ha decidido mover ni un dedo para frenar esa locura en la que se produjo más de un contagio y más de dos.
La última noticia que ronda nuestro país es que uno de los asistentes al encuentro acaba de dar positivo en una prueba de la que esperaba el resultado. Y aquí creo que se plantea una grave disyuntiva. Si esta persona acudió al encuentro sería porque no creía que el virus existiese entonces, ¿por qué acudió a realizarse una prueba PCR? Y ahora entra la duda personal, la que me afecta a mí y al resto de los españoles, ¿debemos pagar realmente la prueba que esa persona se ha hecho? O incluso podríamos ir más allá, ¿debe nuestro país hacerse cargo del tratamiento de aquellos que se expusieron voluntariamente negando la existencia de la pandemia?
Definitivamente en esta vida no hay nada peor que dejarse llevar por chifladuras negacionistas, antivacunas o terraplanismos baratos. La ciencia nos da la respuesta a las preguntas pero solo si nos molestamos en escuchar y comprender. Todo aquel que niegue los avances o intente frenarlos acabará en el saco del olvido de la Historia. Como ya ha pasado innumerables veces.